Muchos cristianos piadosos e incluso algunos asiduos de la oración no llegan hasta el final de la experiencia orante, hasta la contemplación, en donde se encierra la respuesta a nuestro anhelo de orientación y nuestra necesidad de dar sentido a nuestras vidas. Es dolorosa ver cómo, ante esta carencia, algunos recurren a otras ofertas espirituales que quizás tampoco les satisfacen.
La contemplación nos conduce a un nivel de experiencia que no consiste en ver con los ojos corporales sino tener una conciencia más allá de nuestra razón. Eso es lo que gustaron los grandes místicos, más o menos comprendidos en su ...